El camino es la Constitución – Iride Isabel María Grillo

El camino es la Constitución – Iride Isabel María Grillo

El vigésimo aniversario de la reforma constitucional de 1994, nos sitúa ante una instancia de reflexión profunda respecto a los fines y objetivos de nuestros constituyentes y su realización. Este análisis requiere de una necesaria revisión de nuestras actitudes desde el rol de autoridades constituidas y también reconociéndonos parte de la ciudadanía en su conjunto, destacando el rol de las organizaciones sociales en el fortalecimiento de la democracia constitucional, abierta y participativa.

Avances y cuestiones pendientes
La reforma significó un paso trascendental en la vida institucional de la Argentina en materia de derechos humanos, permitió su reconocimiento , ampliación y actualización a través de una serie de de garantías e instituciones previstas para su efectividad así como un régimen de deberes y responsabilidades incluso internacionales, en relación a la Carta Magna original. La incorporación de los tratados internacionales y su nivelación con rango constitucional significó un avance cuya ponderación no podemos soslayar.

Sin embargo es cierto también que aún nos encontramos en deuda con amplios sectores de la sociedad. Debemos ocuparnos de las violaciones a los derechos humanos que siguen ocurriendo en democracia en materia de trata de personas, pueblos indígenas, régimen carcelario, discapacidad, violencia de género, adicciones y siniestros viales, por mencionar solamente algunos.
También existe un reclamo vigoroso de más justicia en un sentido polifacético, que implica la necesidad de mayor respuesta por parte de las instituciones a los planteos de la ciudadanía. Esa “mayor justicia” excede al ámbito del Poder Judicial y alcanza al desempeño general del Estado que, en muchos casos, no alcanza a cumplir su deber como es debido.
La fuerza normativa de la Constitución.La voluntad de cumplimiento.
En tal sentido resulta necesario que exista mayor voluntad de cumplir los preceptos constitucionales con el fin de asegurar la fuerza normativa de nuestra Constitución y de los Tratados que junto a las leyes de la Nación que se dicten en su consecuencia por el Congreso constituyen la normativa suprema a tenor de lo prescripto por los arts. 31, 75 inc.22 y conc de la ley fundamental.

Esto debe hacerse en forma coordinada entre los distintos actores, por un lado la ciudadanía en su ejercicio de la soberanía, mediante el voto y la participación activa en aquellos ámbitos en que las leyes la habilitan a participar, reconociendo el sistema constitucional herramientas legítimas a tal fin. No alcanza solo con detenta esa soberanía y conformarse con delegar temporalmente su ejercicio a las autoridades nacionales provinciales y municipales, mediante el sufragio, sino de velar como centinelas por el cumplimiento de lo constitucionalmente asignado.
Asimismo revisten vital importancia para la república democrática las instancias dirigenciales y organizaciones de distintas índoles las que contribuyen al ejercicio de la democracia en tanto forma de vida colectiva y de sistema político.Es relevante el rol que cumple en el fortalecimiento del estado constitucional de derecho la abogacía, por un lado, y el periodismo, por otro. La primera al funcionar como garante idónea de que las acciones estén siempre dentro del amparo legal, y el segundo como legítimo comunicador, desempeñando un papel activo en el entramado social y con el cual debemos desde el Poder Judicial vincularnos aún más bajo el precepto de que saber es poder.

Tiempo social de la justicia
Tal como lo mencioné en distintas oportunidades, es necesario tomar conciencia de que somos protagonistas de nuestra propia historia de la que debemos dar testimonio, el siglo XXI está llamado a ser el siglo de la justicia, de las igualdades, de los derechos humanos, de la participación ciudadana.
Este es nuestro tiempo, en sus distintas dimensiones, tanto en el sentido biológico, cronológico, del tiempo calendario, como también el que lo trasciende y que deja huellas que solo con el pasar de los años pueden valorarse y dimensionarse en su real magnitud. Debemos mantener viva la memoria histórica para no repetir los errores que en el pasado nos condujeron a alejarnos de la vida democrática, golpes de estado, gobiernos de facto, interrupciones de los períodos constitucionales, desembocando en la dictadura cívico militar todo lo que debe ser parte de nuestra memoria activa para no repetir la historia. Es un aprendizaje continuo, cotidiano, y progresivo, muchas veces hasta doloroso, que debemos realizar, paso a paso y día a día, de revisión de modos de pensar, de sentir, de decir y de hacer. El camino es la Constitución, aprendiendo a conocerla, a comprenderla, a interpretarla y a explicarla como nuestro proyecto de vida. Haciendo docencia sobre sus virtudes y revisando también sus debilidades e inconveniencias, como parte de nuestra manera de ser, de nuestra cultura. Debemos, por ello, preservar su integridad, cuidar la Constitución como cosa nuestra, aprender a vivir bajo su amparo y amparándola.